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Una Historia de Antisemitismo

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El 8 de abril de 1965 el Segundo Concilio del Vaticano publicó su décimo-sexto documento titulado "Nostra aetate", "En nuestra era". Con ese simple acto la Iglesia volvió la espalda a 1900 años de enseñanzas y prácticas oficiales y extraoficiales anti-judaicas y antisemíticas. El documento directamente repudia y revierte las viejas enseñanzas de la Iglesia sobre los judíos como los asesinos de Cristo y como los niños olvidados de Dios.

Este documento expresa que "cuidadosa de su patrimonio común con los judíos, y motivada por el amor espiritual del evangelio y por consideraciones no políticas, la Iglesia deplora el odio, las persecuciones y manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra los judíos en cualquier momento y de cualquier fuente". Si los católicos están por abrazar la totalidad de la visión dada en el Vaticano II, nosotros debemos estar comprometidos con una renovación y crecimiento a través de un honesto conocimiento de nuestras enseñanzas pasadas. Cada católico necesita comprender al menos algunos de los temas fundamentales de nuestra historia del antisemitismo para que éste pueda ser desmantelado y sus influencias negativas erradicadas de nuestra sociedad. Así como sucedió con muchas de las enseñanzas principales del Consejo en el año 1960, la actitud de "seguir con lo suyo" es la que dará o no significado a estas enseñanzas.

Comprender la historia del antisemitismo comienza con la distinción principal entre anti-judaísmo y antisemitismo. El anti-judaísmo es la oposición a la gente judía debido a su discutida identidad "biológica" o "racial" como judíos. El término antisemitismo no fue en realidad inventado hasta 1879, cuando la cultura Occidental cambió esencialmente una confianza fundamental en Dios por una convicción renovada en las revelaciones de la ciencia. El término es deletreado sin guión para capturar su significado real como oposición a los Judíos específicamente y no a todos los semitas en general. El antisemitismo por supuesto alcanza su cumbre diabólica con los nazis en el Siglo XX, pero tiene sus raíces en 2000 años de pensamiento, acción e influencia cristiana anti-judaica.

La historia del purismo como es relatada en el "Libro de Esther" es a menudo considerada como el comienzo del anti-judaísmo. En este cuento Haman complota matar a todos los judíos porque Mordecai, un judío leal, rehúsa honrar a los dioses del rey persa. El ataque de Haman a los judíos por sus creencias y prácticas constituye un real anti-judaísmo. Los hechos previos a esta historia (Siglo V antes de Cristo) en la cual los judíos fueron oprimidos, tal como la esclavitud en Egipto, son más apropiadamente comprendidos como opresiones políticas tradicionales y no persecuciones religiosas. Es solamente en Sinaí que los judíos reciben el "Torah" y se convierten en "personas, una nación". La opresión de los judíos después de la historia del purismo es casi universalmente impuesta en ellos por sus creencias y prácticas como un cuerpo "religioso" más que un cuerpo "político".

Anti-judaísmo en las Escrituras Cristianas

Como los católicos leen "la palabra de Díos en las palabras de los hombres", debemos tener en cuenta las tendencias muy humanas de aquellos "hombres" que escribieron las escrituras cristianas. Esto es particularmente importante cuando se consideran las clases anti-judaicas dentro de esas escrituras. Las cartas y los Evangelios llegaron a ser escritos cuando la Iglesia estaba justo emergiendo de su "padre judío". Este surgimiento no fue una relación fácil, y la joven Iglesia luchó vigorosamente para encontrar su independencia y su identidad original sobre y contra el mayor y más establecido cuerpo religioso del judaísmo. En el proceso de capturar las palabras de Jesús y el mensaje de Dios por sus propias luces, los autores de las Escrituras parecen haber sido claramente influenciados por un deseo de establecer a Jesús como el definitivo y autorizado intérprete de la Ley de Dios.

El antagonismo entre el cristianismo primitivo y el naciente judaísmo rabínico es un tema central no sólo para los autores de la escritura, sino más importante aún, para los primeros intérpretes de esas escrituras. La distinción entre los dos grupos, cristianos y judíos, no fue de ningún modo clara después de la muerte de Jesús, puesto que los primeros cristianos fueron, de una manera general, judíos ellos mismos. Es sólo con el tiempo que la "nueva Iglesia" declama que no será asimilada o aceptada por el cuerpo dominante del judaísmo, y así dispone descubrir su propia comprensión del llamado de Dios. Durante los primeros siglos de la era común, los Padres de la Iglesia primitiva llegaron a interpretar las palabras de los Evangelios y las epístolas con la intención de "representar como demonios a los judíos". Por lo que Jerónimo dice en su Epístola 12.3, ellos temían que al socializar con los judíos, los judíos podrían "no convertirse en cristianos", pero que "ellos nos harían judíos a nosotros".

Hoy en día, los estudiosos de la Biblia discuten a menudo lo que dicen los contradictorios escritos anti-judíos / pro-judíos de los Evangelios y las epístolas acerca de sus autores. Eran ellos proto-antisemitas, o alguna cosa totalmente diferente. Los Padres de la Iglesia primitiva, sin embargo, no eran tan críticos en sus lecturas. Las más antiguas interpretaciones de las escrituras por Crisóstomo y sus contemporáneos fueron decididamente "anti-judías". En su búsqueda por establecerse como el portador superior del Testamento de Dios, la Iglesia primitiva interpretó las Escrituras Cristianas con tres temas decididamente anti-judíos. Los Padres de la Iglesia reclamaban que, de acuerdo a la escritura:

  1. La elección divina de los judíos, como las personas elegidas por Dios habían pasado a los cristianos,
  2. Díos había rechazado a la gente judía,
  3. Los judíos fueron directamente responsables por la muerte de Jesús (el cargo de "deicidio").

Mientras es claro que ni Jesús ni Pablo aplicaron estas enseñanzas, es igualmente claro que los Padres de la Iglesia en verdad arribaron a hecho las conclusiones arriba indicadas, y que los resultados de estas conclusiones fueron catastróficos para los judíos, particularmente cuando el cristianismo creció en prominencia en el mundo Occidental. Existen innumerables pasajes en las escrituras cristianas que se pueden leer para justificar las acciones, prácticas o visiones anti-judaicas o antisemíticas, pero ninguna es más evidente que el Evangelio de Juan cuando dice en un pasaje que se refiere a los judíos:

Ustedes son de su padre el demonio, y su inclinación es hacer el deseo de su padre. Él fue un asesino desde el comienzo, y no tiene nada que hacer con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando él miente, habla de acuerdo a su propia naturaleza, porque es un mentiroso y el padre de la mentira. Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen. (Jn 8:44-45)

Anti-Judaísmo en la Era Medieval

Con el pasaje del Edicto de Milán en el Siglo IV de la Era Cristiana, el Emperador Constantino aseguró las fortunas de los Cristianos y selló la suerte de los judíos. A medida que los cristianos crecían en legitimidad y poder, la balanza del poder entre los cristianos y los judíos se tornó tristemente hacia un lado, y la lucha entre ellos se tornó parcial. A medida que la iglesia creció en prominencia, ésta intentó "explicar" a los judíos y comprender su lugar en la historia de salvación. Lo que ellos determinaron fue ampliamente anti-judaico. San Agustín dijo esto más claramente en su famosa cita que: "la verdadera imagen del Hebreo es Judas Iscariote, quien vende al Señor por plata. El judío nunca puede comprender las Escrituras y por siempre soportará la culpa por la muerte de Jesús". Es esta noción de que los judíos soportan la culpa de "matar a Jesús" lo que fomenta todo el anti-judaísmo en el mundo occidental. Se conoce como "el cargo de deicidio" y legitimiza la violencia de las Cruzadas, las mentiras de la difamación debido al origen racial y la injusticia de la Inquisición.

Por otra parte, las enseñanzas de San Agustín también proveyeron las bases teológicas para asegurar el reconocimiento legal para los judíos dentro del Imperio Romano. Fue este reconocimiento el que capacitó a los judíos a sobrevivir a través de los siglos bajo la regla del "cristianismo". Para Agustín, los judíos dan fe de la validez de su Biblia como una revelación divina. Agustín argumentaba que el judaísmo era necesario para reforzar el testimonio cristiano en el mundo. Los judíos iban, por lo tanto, a estar protegidos y su culto permitido. Mientras esto de algún modo define al judaísmo a la luz del cristianismo más que como una entidad válida hacia sí misma, éste sin embargo se tornó crucial para definir las posiciones de la Iglesia en legislación y decretos subsiguientes. Así los Papas que actuaban sobre la teoría de Agustín estaban capacitados para establecer los Derechos Canónicos para preservar a los judíos y prohibir la conversión forzada.

No obstante, los Padres de la Iglesia primitiva estaban preocupados porque los cristianos recientemente bautizados podrían retroceder en sus "modos judíos" o encontrar que las prácticas del judaísmo fueran preferibles a aquellas del cristianismo. Para combatir esta así llamada "Judaización" del cristianismo, ellos a menudo luchaban contra el Judaísmo, nadie más vehementemente que San Juan Crisóstomo, quien proclamaba que.

Los judíos son los más despreciables de todos los hombres. Ellos son lujuriosos, codiciosos y rapaces. Ellos son los asesinos pérfidos de Cristo ... los Judíos son los asesinos odiosos de Cristo y por matar a Dios no hay expiación posible, ni indulgencia o perdón. Los Cristianos no pueden cesar la venganza nunca, y los Judíos deben vivir en servidumbre por siempre. Dios siempre odió a los Judíos. Corresponde a todos los Cristianos odiar a los Judíos.

Tales acusaciones se convirtieron en la base de todas las interacciones con los judíos. Ellos fueron sospechados y marginados en la sociedad occidental. Mientras que la historia sea siempre una trama compleja de giros y movimientos interactuantes, es claro que la persistente caracterización de los judíos como "los asesinos de Cristo" previno cualquier normalización o asimilación verdadera de los judíos dentro de la cultura cristiana occidental a menos que eligieran convertirse.

El "cargo de deicidio" sustenta la agresiva matanza de los judíos en el nombre de la Cruzada Santa en 1096. Cuando los soldados de las Cruzadas marcharon a Tierra Santa para liberarla de los "infieles" musulmanes, ellos se sintieron libres para masacrar a los "infieles" judíos a su paso, quienes "rehusaban obstinadamente a ser bautizados en el nombre de Jesucristo". Miles de judíos fueron masacrados en Alemania y Francia. A veces, tales masacres eran vehementemente combatidas por los Obispos locales y condenadas por el Papa. Esto, sin embargo, era la excepción más que la regla. Además, la carga soportaba el mito creciente de la difamación sanguínea: que los judíos nefastamente determinaron matar a los niños cristianos para beber su sangre y usarla al realizar la comida de la Pascua de los Hebreos. El mito se expandió rápidamente a nivel popular. Esto justificó la legislación que prohibía a los judíos participar de todos los beneficios económicos, excepto el préstamo de dinero. Los judíos a su vez habían sido cargados con los estereotipos peyorativos históricamente reservados para los colectores de impuestos y "manipuladores de dinero". Finalmente, es esta percepción de los judíos como "los asesinos de Cristo" la que da credibilidad a las Inquisiciones en Francia e Italia en 1233 y la Inquisición Española en 1478. Puesto que los judíos estaban "claramente desafiando el precepto de la creación de Dios al negar a Cristo", era obligación de todos los creyentes buscarlos y convertir a todos los hombres. Al no lograrlo se concluyó que seguramente ellos eran merecedores de castigo de muerte y exilio.

Antisemitismo en la Era Moderna

Para los Judíos de Europa, la muerte del poder católico durante el Renacimiento y la Reforma no condujo a mejores circunstancias en Occidente. Si bien, Luther en principio incitó a los judíos en su guerra contra la Iglesia, él finalmente se apoyó en nociones tradicionales del cargo de deicidio y se convirtió en uno de los más violentos difamadores de la vida judía. Él continua con esta actitud al escribir el tratado, obviamente anti-judaico, "sobre los Judíos y sus mentiras". Una nota famosa expresa

"Entonces ¿qué haremos nosotros, los cristianos con esta raza de judíos condenada y rechazada?. Primero sus sinagogas o iglesias deberían ser incendiadas ... En segundo lugar sus hogares deberían asimismo ser derribados y destruidos ... Para resumir, queridos príncipes y nobles que tienen judíos en sus dominios, si esta advertencia mía no les satisface, entonces encuentren una mejor, de modo que ustedes y nosotros podamos todos estar libres de esta insufrible carga perversa: los judíos".

Algunas escuelas del pensamiento reclaman que al hacer tales observaciones Luther establece la etapa para la evolución del anti-Judaísmo, en antisemitismo, inadvertidamente se convierte en el héroe para los simpatizantes de Adolfo Hitler y los nazis.

La unidad del mundo medieval bajo el catolicismo ayudó por sí misma a un tratamiento relativamente universal de los judíos a través de Europa. Con la ruptura política del mundo moderno en diversos principados y naciones, los judíos se tornaron sujetos a los caprichos y pasiones de cada diferente localidad Europea. Con el surgimiento del Renacimiento del Siglo XVIII y la subsiguiente disminución del poder religioso, la opresión de los judíos se volvió ligada menos a la desaprobación religiosa y más a las teorías políticas de igualdad y ciudadanía.

El desarrollo de naciones dio origen al desarrollo de identidades "únicas o particulares", por ejemplo, el nacionalismo y las nociones subsiguientes de "identidades nacionales" y "orgullo nacional". Esto eventualmente allanó el camino para las definiciones de los judíos como un cuerpo diferente a lo largo de las líneas "raciales" o "biológicas". El anti-judaísmo evoluciona en el antisemitismo: oposición a los judíos basada en definiciones "raciales" o "biológicas" en lugar de creencias o rituales religiosos.

Mientras los judíos lograban alguna noción de ciudadanía en Francia, su confort fue brevemente vivido. Ya desde el año 1100 y en el Siglo XX, ellos mismos se encontraron expulsados continuamente de un país y otro. Eran repetidamente considerados indignos del derecho de vivir en una tierra elegida. Cuando se les permitió vivir en ciertas tierras, tales como Rusia, un sentido proyectado de "indignidad" legitimizó la violencia contra ellos.

Así es que completamente hasta el Holocausto una de las marcas de la vida judía en Europa fue el sufrimiento de asesinatos y despojos periódicos de los judíos o violentos ataques y masacres. Estas agresiones estaban generalmente arraigadas en el odio emocional; un odio que podría apaciguarse y permanecer latente hasta que otra explosión de violencia levantara su fea cabeza. Es importante notar que Hitler intencionalmente restableció un odio racional que podría ser sostenido y permanente. Así es que el Holocausto fue capaz de mantener una agresión prolongada sobre los judíos que fue más allá de "simples golpes" y buscó una total aniquilación de los judíos.

Conclusión

Los judíos fueron un pueblo singular desde el comienzo. Manteniendo sus creencias monoteísticas en un mar de politeísmo, ellos gradualmente llegaron a verse a sí mismos como un pueblo elegido para traer un código ético y un estilo de vida para un mundo elegido por Dios. Sus leyes distintivas de alimentación, las enseñanzas matrimoniales, vestidos y convicciones, los ubicaron distantes de muchos de los mundos antiguos, medievales y modernos. No obstante, ellos tuvieron éxito en soportar reglas opresivas de los egipcios, los griegos y los romanos del mundo antiguo hasta los imperios católicos y seculares de la historia reciente.

Es finalmente, la intolerancia de los judíos por los cristianos lo que pasa a ser el sufrido legado de odio en el mundo occidental. Nosotros como católicos soportamos ese legado. Debemos comprender esto de modo que podamos desmantelar las mentiras que contiene y establecer una armonía de relaciones verdaderamente consistentes con las enseñanzas de Jesucristo como son presentadas al mundo en las Escrituras y el espíritu del Segundo Concilio Vaticano.

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