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Kathleen Blee

La profesora Kathleen Blee ha escrito varios libros sobre el racismo y el Ku Klux Klan. Blee se dedica a investigar, en particular, las formas en que el KKK logró infiltrarse en la sociedad convencional de los Estados Unidos en la década de 1920 gracias a que concentraba sus esfuerzos en atraer a personas moderadas y no a extremistas, estrategia que coincide con la que utilizarían, poco tiempo después, los nazis.

La transcripción completa

KATHLEEN BLEE: El Ku Klux Klan fue capaz de desarrollarse sobre la base del marketing masivo porque era consecuente con los valores que ya sostenían muchos de los integrantes de esa sociedad.

ALEISA FISHMAN: Además de desempeñarse como profesora de Sociología de la Universidad de Pittsburgh, Kathleen Blee ha escrito varios libros sobre el racismo y el Ku Klux Klan. Blee se dedica a investigar, en particular, las formas en que el KKK logró infiltrarse en la sociedad convencional de los Estados Unidos en la década de 1920 gracias a que concentraba sus esfuerzos en atraer a personas moderadas y no a extremistas, estrategia que coincide con la que utilizarían, poco tiempo después, los nazis.

Bienvenidos a Voces sobre el antisemitismo, una serie de podcast del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos que es posible gracias al generoso apoyo de la Oliver and Elizabeth Stanton Foundation. Soy Aleisa Fishman. Cada mes, tenemos un invitado que reflexiona sobre las muchas maneras en que el antisemitismo y el odio influencian nuestro mundo en la actualidad. Desde Pittsburgh, Pensilvania, llega la voz de Kathleen Blee.

KATHLEEN BLEE: El Ku Klux Klan se originó después de la Guerra Civil y se desarrolló, sobre todo, en el sur rural. Consistía en una reacción violenta de los hombres blancos que pretendían tomar represalias por la pérdida de sus esclavos. El Klan duró alrededor de diez años. Se desmoronó por completo y luego dio paso al segundo Klan, el Klan más grande en la historia de los Estados Unidos, el cual se inició justo antes de la década de 1920.

El Klan de los años 20 difería del anterior en que obedecía al sólido impulso de una asociación publicitaria, sobre todo en sus comienzos. En este sentido, la Asociación de Publicidad del Sur fue el motor de marketing que comenzó a regenerar el Klan de la Guerra Civil y lo transformó en un movimiento de mayor alcance, a tal punto que llegó a prosperar como nunca antes. En la década de 1920, se inscribieron entre tres y cinco millones de miembros.

Una de las estrategias que empleó el Klan y que hizo que creciera tan rápidamente fue que, en lugar de salir a buscar a las personas en forma particular, sus organizadores frecuentaban posadas, clubes sociales o incluso iglesias presbiterianas, y allí reclutaban a toda la congregación o el club al mismo tiempo. Organizaban desfiles, daban espectáculos de fuegos artificiales. También ideaban eventos deportivos para padres e hijos, todo para atraer a las personas, darles un sentido de buena voluntad, generarles un compromiso con la organización y recaudar el dinero de sus cuotas. Resultaron ser una forma muy efectiva y muy primitiva de marketing masivo a través de sus atractivos culturales, espectáculos y actuaciones. Asimismo, el Klan se convirtió en una organización sumamente grande y poderosa que llegó a movilizar a las personas para que fueran a votar. Presentaban a sus propios candidatos, e incluso resultaron exitosos al elegir candidatos aún más importantes, como gobernadores, en todo el país.

El Klan fue capaz de vender la idea del odio porque se desarrolló en una época en la que el racismo era totalmente común y nadie lo cuestionaba. Por lo tanto, el odio que profesaba el Klan en relación con los afroamericanos, los católicos y los judíos no era muy distinto a la forma de pensar que demostraban los protestantes blancos en varias partes del país, respecto de aquellos que eran muy diferentes a ellos. Por tal motivo, los miembros del Klan no se hubieran calificado a sí mismos como defensores del odio; sino que se consideraban personas de clase media y amas de casa que eran buenos cristianos. En los lugares donde el Klan adquirió mayor solidez, no eran los extremistas locales los que adherían a la organización, sino casi todos los demás. Formar parte del Klan era una práctica aceptada. Coincidía con lo que las personas pensaban que era lo correcto. La lección que nos deja esta historia es muy perturbadora: siempre pensamos que el odio es un sentimiento que proviene de los espacios políticos y que es algo muy poco habitual. Sin embargo, la lección que nos proporciona el Klan de los años 20 es que el racismo, es decir, el racismo organizado, puede echar raíces en el núcleo de la sociedad convencional.